«Disfrutad de todo esto porque no durará siempre». Estas proféticas palabras las pronunció Sebastian Vettel por la radio a sus ingenieros mientras daba la vuelta de honor (y hacía algún que otro trompo) tras su victoria en el GP EEUU en 2013, octavo triunfo de la racha de nueve consecutivos -13 en total- que consiguió.

Este año, el tetracampeón del mundo más joven de la historia tomará la salida en Austin desde el pit lane porque ya ha quemado los cinco motores con los que tenía que acabar la temporada. Y dado que le sancionan en parrilla, al utilizar uno nuevo, el equipo (y el piloto) han decidido salir desde la calle de boxes con el material nuevo, neumáticos frescos y el set-up idóneo. Sales último, pero lo haces con las mejores armas a tu alcance.

A lo que voy. El caso de Vettel puede que sea uno de los más extraños de la historia del deporte, no solo de la Fórmula 1. Pocos hombres han sido capaces de conseguir lo que el alemán y menos aún en los mismos plazos (de hecho, nadie lo ha hecho en la F1). Sin embargo se sigue cuestionando su talento. Aunque esto último depende mucho del foro al que se arrime la oreja.

Porque el sector más fiel a Fernando Alonso se mantiene firme en que, sin los coches de Adrián Newey, Vettel es un piloto del montón que ha tenido la suerte de disponer de coches excepcionales durante cuatro temporadas consecutivas. Por momentos, con otros cinco campeones del Mundo en pista, Schumacher entre ellos.

Todo sus críticos (y unos cuantos más) han encontrado en la temporada 2014 el argumento numérico perfecto para defender su cuestionada tesis. «¡Al fin se le ve el plumero!». Parecen gritar desde el fondo Alonsista. Porque no sólo ha sido el tropiezo de Adrián Newey en el diseño, sino que, con las mismas armas, el recién llegado a Milton Keynes, Daniel Ricciardo, le ha dado un baño al líder de la escudería. El producto estrella de la factoría de Red Bull ha probado su propia medicina.

Ahora también se carga contra él por aquello de cambiar de camiseta al primer golpe que no cae nada de la piñata. Algo así como una supuesta falta de compromiso con los colores con los que lo ha sido todo. Así que encima de malo, sería un vendido. Pero, como digo, todo depende de quién te cuente la película.

Porque quién se haya enganchado al niño prodigio con más medallas de la historia de la F1 lo verá de otra forma. Indudablemente.

Yo los intento escuchar a todos para ver el tema de una forma neutral. Creo que Alonso ha vivido (y está viviendo) lo que yo llamo ‘la penitencia de los campeones’, mientras el alemán es tan joven que aún no ha pasado por esa etapa. Aunque va camino de ella.

A Vettel se le pide ahora que demuestre cómo de bueno es cuando no gana, y todo apunta a que Ferrari también va a ser el purgatorio de ‘Sebas’, salvo milagro técnico en Maranello.

Una opción, esta última, que se mira de reojo desde el bando Alonsista con la esperanza de que la cosas sean, al menos, igual de difíciles para Vettel en Italia de lo que lo han sido para Alonso durante su ciclo.

El quinto Mundial de Vettel (vestido de rojo) haría muchísimo daño si llega antes que el tercero de Alonso (con el color que sea). Eso es tan cierto como que a Vettel, con los mismos títulos que Prost, se le toma de forma injusta por un oportunista.

El infierno en la F1 para Vettel no ha hecho más que comenzar, a ver cuanto tarda en salir de él. Veremos si con eso consigue convencer a los más agnósticos.

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