Quedan ocho carreras y menos de tres meses para que acabe la temporada 2015 de MotoGP. Eso son 88 días, 2.112 horas, 126.720 minutos para que el próximo día 8 de noviembre, a eso de las 3 de la tarde, 100.000 voces aclamen en el circuito de Valencia el nombre campeón del Mundo 2015 de MotoGP. Pintemos el cuadro: dominante amarillo tifosi y los incondicionales rojo marciano y azul espartano. Estarán todos, por supuesto, pero solo ganará uno, ya lo saben, y será por 15 minutos. Se lo prometo.

Volvamos al presente. El Mundial sigue vivo y Valentino Rossi es uno de los que más esfuerzo están haciendo por definirlo y sacarnos de esta taquicárdica incertidumbre. La idea es que la última pieza metálica del puzle cilíndrico de los campeones, esa columna de Trajano de MotoGP, lleve su nombre. Sería la octava entre los grandes, décima entre todas las categorías. Pero él dice que no será especial… Sí, claro. Menos mal que después de llevar 20 años sentado en el centro de las ruedas de prensa ya le vamos conociendo y nos ha demostrado que desde esa silla se pueden decir las mentiras más grandes sin que nadie se moleste.

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Por ahora va bien encaminado, porque ‘La Décima’ de Valentino (si es que llega) no empezó en Qatar 2015, sino en Valencia 2014. Ese día la foto y el titular eran para otro por derecho propio. Pero, en un cómodo segundo plano, lejos de las cámaras y de la peste a champán del que no ha ganado, Vale se quitaba el mono con la sonrisa de haberse demostrado a sí mismo que el aborto de Ducati no había mutilado su don y que seguía siendo capaz de ganar a todos… menos al nuevo, de momento.

2014 le sirvió de impulso para entrenar como si tuviera 15 años y le hubieran invitado a correr una carrera como wild card

En realidad, 2015 es una prolongación de aquel subcampeonato que, en otro piloto, habría sido un reconfortante broche de plata, pero con Valentino no pasaba de bisutería y sirvió de impulso para entrenar como si tuviera 15 años y le hubieran invitado a correr una carrera como wild card. El resto ya lo saben: tres victorias y 10 podios para liderar el Mundial y dos curvas para poner al novato en su sitio.

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Ahora empieza el último sprint, cuando se lo van a jugar todo, pero antes ha sido primordial llegar a esta fase de la temporada con los deberes hechos. Que se lo digan a Márquez y Honda. Lorenzo aprueba el examen de media temporada a su estilo, con esa media entre los días que parece ‘El Caníbal’ Merckx (pero con motor) y los otros domingos en los que se despierta a las tres y media de la tarde y resulta que la carrera ha terminado y él ha acabado cuarto. A estas alturas, Rossi ha sido el más aplicado. Ha sumado siempre y ha sumado mucho.

En este Mundial, contarán más los errores que los aciertos, como ocurre en las tandas de penaltis, que no gana el que más mete, sino el que menos falla

Pero toca afinar y, con la pinta que tiene este Mundial, contarán más los errores que los aciertos, como ocurre en las tandas de penaltis, que no gana el que más mete, sino el que menos falla. Rossi sabe todo esto desde mucho antes que cualquiera de nosotros y creo, sinceramente, que es el que mejor preparado llega a este punto. En su cuaderno de ejercicios tiene todo ya calculado: dónde puede ganar y dónde tocará sufrir… Pero le sigue fallando una variable para resolver la ecuación a su favor. Una incógnita en la que otros habrían desistido y, a pesar de la cual, el italiano ha sobrevivido por el simple hecho de que es Valentino Rossi: la Q2.

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Esos 15 minutos del sábado en los que (solo) se decide el orden de salida de los 12 primeros pilotos se han convertido en el peor quebradero de cabeza del #46 y eso que una de las virtudes que han hecho grande a Rossi ha sido su capacidad para aclimatarse a los cambios de todo tipo. Pasar de las 500 a los 4 tiempos fue como raparse las greñas o teñirse la cresta, de 800 a 1.000, de Michelin a Bridgestone e incluso de Honda a Yamaha. Todo lo ha resuelto siempre bien, excepto el revolcón con Ducati, claro. Sin embargo, el nuevo formato de clasificación se le atraganta desde el primer día, solo que no se notaba mientras no había un título en juego.

Rossi mira desde el muro con envida como sus pupilos de Moto3 disponen de 40 largos minutos para rodar hasta que les sale la vuelta buena

Rossi mira desde el muro con (insana) envida como sus pupilos de Moto3 disponen de 40 largos minutos para rodar sin descanso hasta que les sale la vuelta buena. O los 45 que Tito Rabat exprime hasta el último segundo dando vueltas como si tuviera que correr dos GP seguidos. Ya he dejado por escrito este año que podemos considerar a Valentino como El Señor de los Domingos y eso también lleva implícito que nunca haya sido un especialista en los sábados. Es un corredor de fondo, de los de poco músculo y mucha cabeza. Nunca ha sido un esprínter. A él le gustan las carreras, no las contrarrelojes. Pero este año (o al menos, en lo que queda de él) no le va a quedar más remedio que encontrar una solución para esto.

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A estas alturas, todos estaremos de acuerdo en que no volveremos a ver a Valentino Rossi caerse un sábado por conseguir una pole. Esos riesgos se corren a los 25, por orgullo, por pelotas y también por inexperiencia (lo de caerse digo). Y el problema no es que Lorenzo y Márquez salgan por delante. Es como debe ser por el vigor que da la juventud o, sencillamente, porque son mejores en esa faceta del pilotaje: ser más rápidos una vuelta. El problema son las cinco, seis o siete motos que suele haber entre Rossi y sus rivales cuando se apaga el semáforo y que acaba siendo alguna más antes de la primera curva, porque recordemos que las arrancadas no se le daban bien ni cuando corría en 125.

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Entre ese heterogéneo enjambre de pilotos y motos de diferente tipo y calidad, puede y suele pasar de todo y Valentino se ve obligado a sacrificar media carrera para zafarse de él y la otra media para rodar en los tiempos de los que se juegan las victorias.

Pongo la mano en el fuego a que Rossi no perderá este Mundial en la última curva de Valencia, ni en la de ningún otro circuito. Valentino sabe que podría echar por tierra esta temporada en la parrilla de salida de cualquier Gran Premio. Así que esos 15 minutos de la Q2 de los sábados pueden acabar siendo los más decisivos de todo el año. Un asunto de Estado para levantar ‘La Décima’.

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