El día 1 de mayo se cumple el 22 aniversario de la muerte de Ayrton Senna en el fatal accidente que sufrió en la curva de Tamburello (en el circuito de Imola, Enzo y Dino Ferrari) durante la disputa del GP de San Marino de 1994


Senna fue durante dos décadas el último mártir de la F1, ningún otro piloto ha volvió a perder la vida desde entonces en un accidente en carrera, hasta el dramático caso del francés Jules Bianchi. Su muerte cambió para siempre la historia de la Fórmula 1 y, entre otras muchas cosas, la preocupación por la seguridad de este deporte. 

Ayrton Senna da Silva ya era una leyenda cuando perdió la vida. Considerado por muchos como el mejor piloto de todos los tiempos, el brasileño dejó su condición humana para convertirse en un mito de una envergadura gigantesca en el que cada frase o episodio de su vida se torna en épica. Así que hemos elegido entre la inmensa colección de relatos y fábulas que existen a su alrededor cinco de las más desconocidas.

Todos los coches de F1 de Ayrton Senna

El día que Senna perdió un millón de dólares a cara o cruz

Las negociaciones con Ron Dennis para cerrar el fichaje de Senna en McLaren no fueron sencillas. Ayrton quería dar el paso a la escudería británica asegurándose de que mejoraba las condiciones económicas que tenía en Lotus. Según las 19 páginas con siete anexos que figuran en la Legacy Tobacco Documents Library (la tabacalera R.J. Reynolds era el principal patrocinador del equipo a través de su marca Camel), su contrato con Lotus se había firmado a nombre de una empresa con domicilio en un paraíso fiscal: Ayrton Senna Promotions Limited en Nassau (Las Bahamas).

«Cuando Ayrton expiró, sentí que su alma salía de su cuerpo» (Sid Watkings, jefe médico de la Fórmula 1 entre 1978 y 2005)

El sueldo de Senna en aquel contrato para 1987 y 1988 estimaba un salario de 1,5 millones de dólares por temporada (serían unos 5 millones de euros actualmente). En caso de ser campeón, Senna recibiría un bonus equivalente al 16% de su salario. Los premios pagados por promotores de carreras se repartían con el equipo y con los mecánicos. Y tendría un extra de 4.000 dólares por cada punto que consiguiera en la clasificación del Mundial (logró 57 en 1987). 


Además existía una cláusula por la que cualquiera de las dos partes podrían revisar el contrato el 8 de agosto de aquel año, derecho que Senna utilizó para romper el acuerdo y fichar por McLaren.
Así que Senna llegó al despacho de Ron Dennis dispuesto a mejorar sus condiciones económicas. 

Ayrton Senna en McLaren

Cuenta la leyenda que durante la negociación había medio millón de dólares de diferencia entre lo que pedía el piloto y estaba dispuesto a pagar el equipo. Ante la falta de acuerdo Dennis propuso a Senna jugárselo a cara o cruz, método que el brasileño desconocía. Tras las explicaciones de Dennis, Senna aceptó el juego y, efectivamente, perdió aquel medio millón de dólares que intentaba sacar (sin reparar que, además, sería medio millón menos por cada una de las tres temporadas que había firmado).

No obstante, en las seis temporadas que el Ayrton fue piloto de McLaren, tuvo tiempo de recuperarlo pues consiguió mejorar sus condiciones contractuales prácticamente todos los años, hasta el punto de acabar cobrando cerca de un millón de dólares por Gran Premio en su última temporada en Woking (1993).

Ayrton Senna, el rey de las pujas

Una bandera en el bolsillo

No cabe duda de que el episodio de la vida de Ayrton Senna sobre el que más páginas se han escrito fue el de su muerte, entre otras cosas, porque aquel accidente en San Marino conllevó una compleja investigación judicial para intentar esclarecer las causas de la tragedia y si estas se debían a un fallo técnico o humano.


Sin embargo, hay un hilo argumental que comparten todos los relatos de aquel 1 de mayo de 1994: Senna no era el mismo y, de hecho, se saltó muchos de los protocolos o costumbres que había seguido durante toda su vida antes de correr una carrera, como dar tres vueltas, en lugar de dos, antes de colocarse en parrilla, o aguardar sin el casco los minutos previos a la salida (nunca se lo quitaba en esos momentos).

El accidente mortal de Roland Ratzenberger durante la clasificación del sábado había afectado profundamente al brasileño que, aún así, hizo la 65 pole de su carrera. Pero Senna divagaba por el box de Williams con mal gesto y actitud extraña. Comentó con varias personas la posibilidad de no disputar la carrera (entre ellas, su novia Adriane Galisteu o Sid Watkins, médico de la Fórmula 1 y uno de los mejores amigos de Senna en el paddock). Finalmente, el brasileño saco fuerzas para correr y decidió hacerlo pensando en dedicar la victoria al fallecido Ratzenberger. Para ello le pidió a Julian Jacobi que le consiguiera una pequeña bandera de Austria, que Senna guardo en su bolsillo con la intención de sacarla al final de la carrera. El trágico destino le impidió cumplir con su promesa.

Los homenajes a Senna por el 20 aniversario de su accidente 

Un bromista que le sacaba de quicio

Como en otros tantos casos, la relación de Senna con el resto de pilotos era heterogénea independientemente de que fuesen, o no, compañeros de equipo. Tuvo grandes enemigos como Piquet o el propio Prost y buena amistad con otros entre los que se encontraba el austriaco Gerhard Berger. Precisamente este último fue un caso curioso y es que se tomaba con mucho sentido del humor la seriedad y el rigor con los que Ayrton se tomaba la vida. Berger estaba continuamente gastando bromas al brasileño y, algunas de ellas le llegaban a desesperar, como la ocasión en la que subieron juntos en un helicóptero y Berger cogió una carpeta de documentos que Senna llevaba completamente ordenada y la tiró al vacío ante el asombro y el enfado de Ayrton, mientas el austríaco reía a carcajadas.

Ayrton Senna en karts

Un viaje inolvidable

Antes de debutar en la Fórmula 1, cuando estaba aún en la Fórmula Ford 1600, Ayrton fue protagonista de un viaje que sus acompañantes difícilmente olvidarán. 

Era 1982 y después de ganar su carrera en Donintong, Senna quería ver correr a su amigo y compañero de piso, Mauricio Gugelmin, en Snetterton. Así que cogió su Mazda acompañado de Dennis Rushen y su mecánico Spider, a los que les dijo: «Será una hora y media de viaje», y estos le contestaron que como mínimo habría dos horas y media hasta su destino. 
Pero el brasileño respondió implacable: «Conduzco yo». Senna cumplió su promesa y llego en poco más de 90 minutos al circuito y, al bajar del coche, su mecánico, pálido y casi enfermo, le juró que nunca volvería a viajar con él.

Ayrton Senna resucita en Suzuka

Mucho más que un médico

Se ha mencionado anteriormente a Sid Watkins, quién fuera el jefe médico de la Fórmula 1 en los circuitos entre 1978 y 2005. Entre ellos hubo algo más que una relación de amistad, eran casi como padre e hijo. En sus primeros años en la F1, Senna sufrió de parálisis de Bell, una parálisis facial que impide parpadear. En Lotus pidieron ayuda al ‘profesor’, apodo que los pilotos habían puesto con cariño a Sid Watkins, quien bromeó con el brasileño antes de actuar: «¿No crees que será mejor si los pilotos pueden mantener los ojos simpre abiertos» le dijo. Senna, agobiado por los síntomas, se quedó perplejo. Pero un sencillo tratamiento de antiinflamatorios para relajar los nervios faciales consiguió solucionar el problema.
Y la amistad entre ellos quedo firmada hasta su trágica despedida en Imola, porque recordemos que Sid Watkins, el hombre que lo admiraba y quería como si fuese de su sangre, el mismo que le sugirió que no corriese aquella carrera para dejarlo todo e irse a pescar juntos, fue el primero que le atendió tras el accidente y el mismo que afirmó durante años que: “No soy una persona religiosa, pero cuando Ayrton expiró, sentí que su alma salía de su cuerpo”.

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