El presidente de Ferrari no estaba el domingo en el box para celebrar nada. Puede que si alguno de sus chicos hubiera subido a lo más alto del podio se hubiese quedado al final de la carrera. Eso le gusta. Dar el aplauso desde el foso, rodeado de mecánicos y con el Fratelli d’Italia sonando de fondo. Eso le pone. Sigue siendo un soldado, un hombre de pista. Con despacho desde hace años, pero criado en el muro, donde se ganó la confianza de Enzo para quedarse con las riendas de un imperio con herederos bastardos.

Cada vez que Luca viaja al circuito todos se ponen firmes. Saben que nada puede fallar y que, además de ser la Scuderia Ferrari, tienen que parecerlo.
En Baréin se organizó la primera visita oficial de la temporada. Quería invitar a comer a su antiguo empleado venido a más, Jean Todt, con Bernie Ecclestone en la misma mesa. La transición que pretende la F1 va a necesitar de muchas reuniones como esta.
«Me han dicho que ya ha llegado pero yo aún no lo he visto» decía Marc Gené en cámara, el viernes, mientras rastreaba el fondo del box con la mirada.

Ese día, los ingenieros, incapaces de arreglar el asunto por ahora, idearon una buena forma de recibir al jefe. Alonso entrenó casi sin gasolina y, automáticamente, fue el piloto más rápido por detrás de los Mercedes. «Si el presi pregunta, estamos terceros». El sábado fue más difícil enmascarar a dos coches que sufrieron para estar entre los 10 mejores.

Y el domingo, Luca no se quedó para ver cómo sus dos pilotos cruzaban la meta el noveno y el décimo, respectivamente. Mutis por el foro. Le pillaron subiendo al coche. Hasta eso salió mal.

¿Y ahora? ¿Qué hacemos? Los fichajes no funcionan, el nuevo túnel de viento no lo ha arreglado, el cambio de ciclio no ha cambiado nada y el cajón de excusas está casi tan vacío como el de mensajes motivación. Creo que si Luca mantiene a Stefano en el muro es por dos razones: 1) Sabe lo que es estar en muro de Ferrari sin ganar; y 2) Intuye que cambiar al entrenador con la temporada empezada no arreglará las cosas.

El caso es que Ferrari va camino de firmar otra de sus temporadas modélicas en el último lustro: una pole de milagro con lluvia y una victoria de chiripa de Alonso, con el segundo piloto soñando con el podio (igual no toda la culpa era de Massa). Mientras, en Maranello, un bedel a punto de jubilarse mirará con nostalgia las llaves de la vitrina de los trofeos y Luca pasará de largo sin despedirse.

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