Rossi, Marquez y Dirty Dancing. Lo vimos en Qatar y espero y deseo que lo veamos en Texas. Por supuesto, que no me importaría la victoria de Jorge, Dani o del misil con trampas de Aleix. De hecho cualquiera de estas alternativas tendrían un placentero efecto analgésico para el campeonato. Cuantas menos rachas, mejor para todos. Menos para los pilotos, claro.
Hablo del baile, de ese tango de zancadillas entre Rossi y Márquez. Algo así como un combate de judo con música de motores. Por cierto, las motos también importan: la Honda en las rectas y la Yamaha en las curvas. Pero las miradas van a los hombres que se retuercen sobre ellas.
Llevan la sonrisa pintada en la cara pero son los más cabrones de la parrilla. Se traen el dirt-track al asfalto, en el más estricto sentido de la expresión, hasta sacan la pierna para entrar en la curva. Por eso se llevan bien, porque juegan al mismo juego y con las mismas trampas. Es como ensayar trucos de magia frente al espejo, nunca le engañas.
Rossi dice que ya no se atreve a hacer algunos de los trucos del veinteañero. Márquez, que tiene mucho por aprender del doctor. Mienten los dos, como bellacos. Ni uno está mancó todavía ni el otro es tan humilde. En el fondo se tienen envidia, pero de la sana. Porque uno quiere volver a ser promesa y el otro convertirse en leyenda, pero bajo el cuero y en kevlar de sus monos, el primero sabe que ya lo fue y el segundo, que lo va a ser. Ambos lo tienen claro.
Será también importante que haya victoria en juego, como en Losail. No es lo mismo si no hay champán de premio. Eso y que pidan cartas otros en la partida, el domingo a las 21.00. Que gane la mejor mano, o el mejor farol.
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