Valentino Rossi hace trampas. Si, las hace delante de tu cara y de la mía, delante de la de Uccio, de la del mecánico y de la del jefe, de la de su compañero, sus rivales y hasta delante de la cara del mismísimo Ezpeleta, que encima es el que monta el circo y busca a quien lo pague. Pues en la cara de todos ellos y de todos nosotros, Valentino Rossi hace trampas. 

Y no te vayas a pensar que esto es nuevo. No, nada de eso. Lleva haciéndolas toda la puta vida. 20 años llevamos ya con la historia y seguimos sin pillarle el truco. Porque encima, el cachondo tiene la jeta de hacerlas continuamente. Vamos, que le salen solas. ¿Doctor? ¡Tahúr! tendríamos que haberle tatuado en el culo del mono.

  

Voy al grano. La teoría, la lógica de este tinglado de las carreras de motos, dice que aquí gana el que tiene la más rápida. También gana el que es más hábil sobre la moto. De hecho, una cosa compensa a la otra y por eso hemos visto ganar a la mejor moto sin el mejor piloto y al mejor piloto sin la mejor moto. Hasta aquí todos de acuerdo ¿verdad? 

La cuestión es que Valentino se ha meado en este ‘dogma de fe’ que nos hace pensar que esto es un juego limpio desde que le vimos aparecer con sus greñas y sus pendientes cuando Felipe Gonzalez todavía era presidente del Gobierno (joder, como pasa el tiempo).

Porque Rossi también ha tenido las mejores motos y por descontado que estará entre los tres mejores pilotos de todos los tiempos por sus habilidades. Me da igual cuando hubiese nacido. Habría ganado lo mismo en una 50, en una 350 y en una 750 de aquellas en blanco y negro. De hecho, nadie ha podido evitar que ganase con 2 y 4 tiempos , sobre una 125, una 250, una 500, una 800, 990.. y dejo de contar porque esto acaba pareciendo el número de una línea erótica.

Pero es que, además de su puntería en la frenada con esa pata colgando y sus hechuras en la trazada. Además de su olfato poniendo motos a punto… este puto genio, porque no hay otra forma de decirlo, hace trampas como nadie las ha hecho en la historia del Motociclismo.

  
Los académicos le llaman de otra forma. Dicen que Valentino Rossi domina la «guerra psicológica«. A ver si va a resultar ahora que la reencarnación Freud lleva 20 años corriendo con el 46 y no nos hemos enterado. ¡Pero qué guerra psicológica ni qué leches! Rossi hace trampas y con ellas se ha cargado a los mejores pilotos de tres generaciones. Porque se pasó por la piedra lo de rendir honores a sus mayores cuando llegó a 500, dominó a su quinta, desquició a Stoner, anuló el aterrizaje de Lorenzo y Pedrosa, y porque con Márquez puede que pase poco tiempo, pero como le dé por quedarse un par de años como este, al 93 le salen canas a los 25.

A estas alturas ya estamos tan acostumbrados. Hubo un tiempo en el que el vacile hacia gracia, después parecía que abusaba y ahora la verdad es que casi ni nos enteramos, salvo cuando ya es descarado… pero lo cierto es que Rossi las sigue clavando todas y no deja pasar un micro sin soltar una perla. Y lo hace con la maestría de parecer que da información (como hacen el resto) cuando en realidad está lanzando un dardo. 

Me vas a permitir que me ahorre a estas horas buscar ejemplos de los últimos 20 años. Simplemente me vale con la rueda de prensa de este jueves en Phillip Island. Rossi nos ha contado que le gusta mucho la pista, pero que también es de las complicadas. También dice que sus rivales van a ser muy fuertes y que el objetivo vuelve a ser el podio y, sobre todo, acabar por delante de Jorge. Hasta ahí nada que no sepamos. Pero antes de apartarse de su micro lo remata con un «la batalla empezará el viernes«. Vamos, no me jodas Valentino. 

  
Llevas todo el año acabando los viernes a un segundo del mejor tiempo. Vamos, que te lo tomas con calma. Y bien que haces. No merece la pena darse un revolcón con una moto a la que le quedan dos días para estar a punto. 

Pero vas y dices que este fin de semana vas a por todas desde el FP1, y lo dices justamente el jueves cuando tienes a 50 tíos grabándote para contárselo a 100.000 millones de aficionados. 

Si, si quizá llegue el viernes y hagas el mejor tiempo del día. No cabe duda de que eso ayuda y también da impulso para llegar fuerte a otro domingo decisivo. Pero conociéndote, lo que pasa es vienes de darle un baño a Lorenzo sobre las caprichosas aguas de Motegi y sabes que, con otra como esa, este fin de semana Jorge pierde el Mundial. No digo que ya lo ganes tú matemáticamente (aún estás a tiempo de perderlo en la última curva de Valencia), pero otro palo a Lorenzo y otra Honda de tu parte y la cosa se va a poner muy de cara para Sepang y Cheste. 

  
Por eso creo que hoy te has tirado el farol. Porque el que tiene que salir a ganar es Jorge y resulta que te la estás jugando con un piloto que necesita sentir confianza desde que aterriza en cada país del calendario. Y después dominar los libres. Y hacer la pole y una salida perfecta. Y, por supuesto, ganar con ochocientos metros de ventaja. Porque a Jorge le gustan las cosas perfectas, como se esfuerza en demostrarnos en cada curva. Tú, Valentino, sabes de sobra que Jorge necesita todo eso y que cualquier mínimo desliz en su algoritmo le causa muchos problemas. Y eso ya pasa sin necesidad de jugarse un Mundial, así que en un fin de semana como el que viene, todo se amplificará por mil.

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Y este, queridos amigos, es uno entre tantos y tantos ejemplos de cómo Valentino ha llegado a ser lo que es. Porque nadie ha sido capaz de ganar las carreras sin estar subido en la moto como hace Rossi. Por eso es el mejor de todos los tiempos, porque Valentino nunca deja de correr el Gran Premio. Él sigue y sigue todos los días hasta que se esconde en Tavullia o se pierde por Ibiza. 

  
Rossi es el único piloto de la historia que cuando se apaga el semáforo tiene a cada uno donde quiere tenerlo. A partir de ahí, ya sí que hablamos de carreras de motos. Todo lo que haya antes o después son trampas y ellas tienen una buena parte de culpa de que el italiano esté peleando por su décimo título a sus 36  años.

Pero están permitidas, aquí y en muchos sitios. Mohammed Ali le ponían la cabeza como un bombo a sus rivales antes de darles el primer puñetazo y Michael Jordan también tenía un piquito de oro. Es como si fuera un requisito genético en los más grandes. Lo que pasa es que Rossi no se puede acercar al oído de Lorenzo en una curva y decirle que se ha tirado a su novia. No, Rossi lo hace mucho más elegante: siempre en público y con una sonrisa. 

  
Y como todo esto no tiene nada que ver con lo de ser el más rápido sobre una moto, por eso digo que son trampas. Porque el concepto de este deporte no va de eso. Antes ganaba el más bravo, el más técnico o el más rápido. 

Pero Rossi lo ha cambiado todo para siempre y por eso, desde hace 20 años, el primer entrenamiento libre se celebra el jueves en la sala de prensa, y allí, tranquilamente sentado delante del micro, Rossi tambié hace se ganen y pierdan carreras… y campeonatos. Y, sinceramente, ojalá las siga haciendo por mucho tiempo.

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