El Alfa Romeo 4C Spider posó orgulloso bajo los focos de Detroit con sus formas definitivas. No fue exclusiva porque los hábiles ojos y las rápidas cámaras de mis compañeros de motor.es ya lo habían cazado de rodaje por España unos días antes. Pero, oficialmente, el NAIAS fue la primera exhibición pública que la marca hizo de este coche.
Reconozco que me gusta mucho este coche. Tanto en su versión cupé como en esta de carrocería abierta. Y no sólo porque piense que su cuerpo es digno del mismísimo Bernini. Una escultura renacentista con motor turbo de 1.750 cc (una cifra rescatada del glorioso pasado de preguerra de la marca) y 237 CV.
El Alfa Romeo 4C Spider, en este caso, es un homenaje a los románticos. Un deportivo ligero (apenas 1.100 kg) y con unas geometrías tan compactas y radicales que parece un depredador en guardia. Tiene esa bella tensión estática de ‘El David’ de Miguel Ángel.
Ya no quedan coches como este. Se han extinguido. Aún recuerdo, en mis primeros pasos en la prensa del motor, un primer contacto con un Opel Speedster que tenía un compañero para un fin de semana. Era un coche de plástico, feo, incómodo y espartano hasta el extremo. Pero te desquiciaba al acelerar a fondo. Creo que no me lo compraría no teniendo todo el dinero mundo (bueno, así quizá si) pero reconozco que me gustó.
Ahora, el Alfa 4C Spider llega con argumentos de base parecidos pero con el punto justo de tecnología, un intenso trabajo de diseño por dentro y fuera que, además de extremadamente deportivo, lo ha hecho bonito. Como debe ser un auténtico Alfa Romeo.
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