A este paso, no va a haber nadie capaz de ponerse a escribir la biografía de Fernando Alonso, pero, sobre todo, no va a haber nadie con los cojones para terminarla.

Con las ascuas del virus aún al rojo vivo y la llama de la crisis en la que nos vamos a abrasar levantando ya varios palmos del suelo, ayer, el claro cielo de julio se cubrió en España, rayos y truenos partieron las nubes y sobre nosotros cayó un chaparrón que nos alivió del asfixiante bochorno de este 2020: Fernando Alonso vuelve a la Formula 1.

Sin nombres y apellidos, sin filtros ni hasgtags, la noticia en sí es una soberana estupidez: un asturiano multimillonario a las puertas de los 40, que podría llevar 10 años viviendo en un yate lleno de tentaciones, anuncia que va a seguir quemando gasolina para no ir a ningún sitio. Dime tú si no tienes nada más importante en lo que pensar ahora mismo.

¿Por qué este tío al que nadie le ha visto ganar en lo suyo desde hace 15 años puede generar una ilusión así en la gente?

Y, sin embargo, ahí estábamos todos. Con la misma ilusión de la Noche de Reyes. Hasta nos habían contado hace unos días que eran los padres. Pero dio igual. Los nervios esperando a que llegara la una de la tarde y la ilusión por abrir el regalo fueron los mismos de cualquier 6 de enero (da igual cuantos años tengas cuando leas esto).

Hubo fumata blanca y, confirmada la noticia, estalló la pandemia. Titulares, fotos, vídeos, memes, chistes, blasfemias, gente riendo y gente llorando. Yo no estuve en el primer Domingo de Resurrección de la Historia, pero dudo que Jesús llegase a tener cinco o seis hastags mundiales aquel día. No me jodas, si hasta Melendi pilló cacho.

¿Y por qué? ¿Por qué este tío al que nadie le ha visto ganar en lo suyo desde hace 15 años puede generar una ilusión así? Si es que, por no ser, Alonso ni es la primera estrella que vuelve a su deporte. Ya volvieron Pelé, Jordan, Tiger Woods o Michael Phelps. En el motor volvieron Carlos Sainz, Sebasien Loeb en los rallyes, Troy Bayliss en Superbikes o Jimmy Johnson en la Nascar (que no está claro si entra o sale). Y la F1 ya vivió los regresos de grandes campeones como Lauda, Prost, Schumacher o Räikkönen. No amigo, Fernando no ha hecho nada nuevo para montar la que ha montado, lo que demuestra (una vez más) que su figura va mucho más allá que su palmarés al que, por cierto, le empiezan a faltar vitrinas.

Porque en este par de años de retiro espiritual y al más puro estilo «dejad que los niños vengan a mí» Alonso, el tío que le descubrió la F1 a un país, nos cogió de la manita para darnos un paseo por las carreras más importantes del mundo y, de paso, ganar algunas de ellas: Le Mans, Indianapolis, Daytona, Sebring, el Dakar… El que no haya aprendido algo nuevo durante este posgrado es que no se enteró en su momento de lo que iba la clase.

Pero vuelvo a la pregunta ¿qué tiene Alonso para hacer saltar la banca cada vez que tira los dados? Tampoco yo soy el primero que se enfrenta a dar respuesta a esta pregunta, ni esta es la primera vez que lo hago. Pero con el paso del tiempo, me he hecho mi propia idea del origen del magnetismo de  Fernando Alonso, capaz de atraer con la misma fuerza a fans y a haters.

Alguien nacido en el siglo XXI me preguntó que si Alonso era tan bueno como se contaba

Ya lo he dicho, hace tiempo que sus números y su récords de precocidad quedaron atrás: fue el poleman, ganador de GP, campeón y bicampeón del mundo más joven de la historia de la F1 y con Schumacher subido a un Ferrari en pista. Pero hace un tiempo alguien nacido en el siglo XXI me preguntó que si Alonso era tan bueno como se contaba, ese día, además de cumplir 10 o 15 años de golpe, asimilé repentinamente que en realidad todos le hemos visto perder muchas más veces de las que ha ganado.

Y ha sido ahí, en la derrota, donde Fernando ha levantado su verdadera leyenda. Porque la Historia debe recordar a los que ganan, pero no debe olvidarse de los que luchan. En este tiempo en el que la foto es más importante que el filete, se cuentan historias con 140 letras y el amor o se demuestra con likes o no es amor. En este tiempo en el que todo tiene fecha de caducidad antes de ser envasado, el que gana sin esfuerzo desparece pronto del timeline. Otro nombre más en la estadística y que pase el siguiente. La canción del verano. Ganar no es memorable si no se sufre para conseguirlo. La verdadera épica está en la lucha, que en ese caso se ha alargado durante 15 años y ha venido sembrada de mucho spam en forma de amargas derrotas y decepciones.

Fernando Alonso vuelve a la Fórmula 1 y la F1 vuelve a España

El que gana es el campeón, pero el que lucha es el héroe. Y aunque a veces ambas circunstancias se den en la misma persona (léase Rafa Nadal) en el fondo de nuestra condición humana, detrás de esta vida de postureo artificial, sigue habiendo sitio para conectar con algo de verdad, y no hay nada más verdadero y humano que la atracción por ver a alguien sufriendo por encima de sus necesidades. De caer y de volver a levantarse una vez más, aunque no tenga sentido seguir haciéndolo. Aunque no gane nada con ello. Esa creo que es, y no sus títulos, la gran victoria del asturiano, hasta el punto de que a la actual F1 le viene mejor el retorno de un bicampeón que se fue derrotado, que el próximo título de un sexacampeón en racha.

Fernando Alonso vuelve a la Fórmula 1 y la F1 vuelve a España, un país que había olvidado que este llegó a ser deporte nacional y que ayer volvió a los balcones, pero para gritar como el día del gol de Iniesta, aunque sin haber ganado nada. 

Y puede que no se gane. Para empezar porque esto es deporte y dentro del deporte esto son carreras, razones más que suficientes para que las quinielas no entiendan de justicia divina ni de cuentas pendientes. También porque Alonso no vuelve a la F1 en un coche ganador y por ello no tiene la obligación de ganar, aunque este peso haya estado sobre sus hombros desde el mismo día que el mundo descubrió al niño prodigio que hizo hincar la rodilla al kaiser. Un peso que, por cierto, acabó siendo insoportable en sus proyectos de Ferrari y McLaren-Honda.

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La aventura Renault 3.0 debería ser distinta, pues el piloto llega en paz consigo mismo y la marca, después de demasiado borrón, solo tiene claro que quiere hacer cuenta nueva. A partir de ahí, ya veremos. Pero, pase lo que pase, lo descorchado en este 8 de julio ya no nos lo quita nadie.

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