Fernando Alonso miente. Y miente tanto que su cuerpo delata lo que sus palabras intentan disimular. 

Seis meses de explicaciones estériles sobre el triste rendimiento de su McLaren-Honda empiezan a ser demasiados.

Hoy, en la clasificación en Monza, otro ridículo, que quiere no parecerlo porque nos avisan de él 15 días antes con el «allí sufriremos». La venda antes que la herida. 

Pero que el hombre del tiempo avise de la tormenta no significa nada. Lloverá igualmente y si te pilla te mojarás.

Así que hoy en Monza, Alonso dio siete vueltas para acabar a 1,9 segundos de la pole. Decimoséptimo. Aunque la posición es lo de menos. Si fuera por el reglamento debería tomar la salida en el GP de Italia el próximo miércoles. Pero la norma es tan práctica como condenar a un hombre a 1.500 años de cárcel. 

La nobleza de la F1 arrastrada por el barro de los equipos efímeros

El caso es que hace tiempo que para Fernando Alonso las clasificaciones son tan interesantes como el cantajuegos para los padres y las carreras dejaron de ser carreras para convertirse en entrenamientos. La gran diferencia es que hacer pruebas el día de la carrera te puede dejar en cueros delante de 50 millones de espectadores. Y así cada domingo. Un trago poco recomendable a poco que seas pudoroso y también si eres el segundo equipo con más títulos de la historia de este deporte y tienes a dos Campeones del Mundo en activo como pilotos titulares. La nobleza de la F1 arrastrada por el barro de los equipos efímeros. Mal asunto, incluso aunque haya mil razones serias para justificarlo. Mal asunto por mucho que te avisen cada día de que es lo que hay, hasta nuevo aviso. Que viene la tormenta.

Pero al final, el que sale último, o el que abandona es siempre el mismo. La barbilla que sujeta cincuenta micrófonos cincuenta veces al día es la del piloto. Por eso Fernando Alonso miente. Porque para llegar a cada circuito y decir que todo va según lo previsto tiene que hacer de tripas corazón. Lo vi claro en su última aparición en Monza. Después de la Q1. Tú también puedes verlo en este video Antena 3.

El discurso nos lo sabemos todos de memoria (el propio Alonso es consciente de ello) pero los gestos le dejan al descubierto. El piloto de McLaren llega a encogerse de hombros 17 veces en los dos minutos del corte, se toca la barba, se ajusta la gorra, acaba algunas de sus frases con ese saltito de puntillas para reafirmar su mensaje. Cualquier experto en comunicación no verbal diría que es un mentiroso de libro. 

He tenido a Fernando Alonso a un metro hablando de que ha encontrado la felicidad en su vida personal y privada. Me lo creo. Como también me creo que no se arrepienta de nada de lo que ha hecho hasta ahora como piloto de Fórmula 1. Y tampoco pongo en duda que confíe en el proyecto en el que se ha embarcado, aunque por ahora esté obligado a resignarse. 

Pero por mucha calma que intente transmitir en su peor temporada en la F1. Fernando Alonso miente. Fernando Alonso está muy enfadado, tanto como una mona. No lo digo yo, ni lo dice él. Lo dice su cuerpo.

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