El pasado 14 de enero dije esto en Twitter dado el revuelo de noticias alrededor de Laia Sanz en una de sus epopeyas en el Dakar: «A ver si alguien se acuerda de mencionar q Laia Sanz tiene 40 títulos con 13 mundiales de Trial consecutivos, 2 de enduro y 3 Dakar femeninos» (ahora ya son tres de Enduro y cuatro Dakar).

Lo decía para recalcar el trato sorpresivo que se le daba a la noticia sin tener en cuenta la trayectoria del personaje. Aquello del: «Una mujer ha…»

Ahora retomo el debate porque Laia Sanz acaba de ganar una etapa de motos en un raid.

Hemos tenido (y tenemos) excepcionales deportistas entre las chicas. Pero muy pocas de ellas se enfrentan a las condiciones de las que la Dama del desierto (o Dama de hierro – Iron Maiden-, como también se le ha apodado) suele salir victoriosa. Para empezar, porque Laia compite contra los ‘chicos’….y les gana. Y, en segundo lugar, porque su especialidad es especialmente dura.

Ahora está corriendo en Marruecos, donde prepara su próximo Dakar con la intención de pisar el top 10. Ganó la etapa prólogo y abrió la prueba por delante de 200 motos (de hombres). Le tocó abrir camino. y un fallo en la navegación (a ver quién es el valiente que pone aquí un chiste machista sobre los mapas) le ha puesto la general cuesta arriba. Como ya he dicho, ayer ganó la etapa y tiene la victoria absoluta a 45 minutos. Las palabras se quedan cortas para ilustrar estos éxitos y que seamos realmente conscientes del mérito que tiene conseguir algo así.

Unos ejemplos me ayudarán. Imagina que una de nuestras tenistas se clasifica entre los 10 primeros del ranking ATP masculino o llegue a cuartos de final en Roland Garros por el cuadro de hombres. O que Mireia Belmonte coja medalla en la final mundial masculina de los 200 metros mariposa. Sin duda, sería algo épico.

Volvamos al motor, mundo de hombres y testosterona por excelencia. Aquí no hay ley de igualdad que valga ni se suelen dar categorías específicas para ‘ellas’, por lo que la presencia de la mujer sigue siendo testimonial en la mayoría de los casos. No obstante, Laia no es la primera que se enfrenta a los machos Alfa en su propio territorio. Las ha habido (y hay) en la Fórmula 1, los rallys, la Nascar, etcétera. Y, para acercarnos aún más a las dos ruedas y no dejar de mencionar el producto interior bruto, en las motos vemos como las jóvenes Ana Carrasco y María Herrera (o antes Elena Rossell) intentan dar la talla en el Mundial. Sin quitar ni un ápice de valor a ninguna de ellas, subrayo que si hay una especialidad en la que la que el físico puede ser determinante a la hora de marcar una diferencia (incluso entre los propios hombres), eso son, precisamente, los raids en moto.

Disciplina extrema, en la que hay que manejar entre brazos y piernas un vehículo que superanlos 200 kg con todo el equipamiento y al que hay que tener bajo control, con la misma solvencia, en pistas rápidas de tierra a 200 km/h, sobre los peligros de los escarpados campos de rocas, escalando una duna de arena de 40 metros o intentando atravesar un cenagal de barro por encima de las rodillas. Eso en solitario, durante etapas de 500 km y cinco o seis horas de ruta, un día tras otro.

Jutta Kleinschmidt fue la primera que se enfrentó al desierto y consiguió vencerlo, ella dejó la rodera de que es posible hacerlo. Empezó por las motos, ganó etapas en coches y, finalmente, la carrera suprema -el Dakar- en 2001.

Laia ha tomado su testigo como reina del desierto y nadie puede dudar a estas alturas de su capacidad para alcanzar cualquier meta. Pero aunque no dudemos, aunque todos la conozcamos, aunque ya le hayan dado la máxima distinción que se otorga deporte en España (Medalla de Oro de la Real Orden del Mérito Deportivo – 30 de octubre de 2013), nunca está demás insistir en dar valor a lo que está consiguiendo.

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