Las marcas de coches no se pueden permitir el lujo de celebrar su fecha de nacimiento cada año. Para ellos es más importante esperar a que los números sean redondos y permitan hace el mayor ruido posible. Por eso sus ‘fiestas’ duran varios meses. En este 2014, Maserati cumple nada menos que 100 y lo mejor es que parece estar viviendo un proceso como el de Benjamin Button: cada año están más jóvenes.

Cumplir un siglo no es fácil. O al menos no es igual de fácil para todo el mundo. Y, en el caso de la marca del Tridente ha sido una verdadera lucha por la supervivencia. Nacieron, como es lógico, en 1914, y crecieron durante sus primeros 30 años a buen ritmo. Incluso tuvieron tiempo de ganar un par de Mundiales de Fórmula 1 (1954-1957) con ‘El Chueco’, Fangio, y las 500 millas de Indianápolis, en 1939 y 1940, con Wilbur Shaw.

Se pegaban con Alfa Romeo y Lancia por el trono de Italia y contra Mercedes o Jaguar por la corona europea. Ferrari, como constructor, no llegaría hasta 1947 y, por esas fechas, a Lamborghini aún le faltaban unos años para salir del huevo (1963).

Todas ellas son hijas de las efervescencia industrial de la provincia de Módena durante la mitad del siglo XX. Pero se puede decir que Maserati marcó la línea de lo que debía ser el Gran Turismo italiano moderno. Palmarés deportivo, ese aroma de lo semiartesanal, belleza.

De hecho, su ADN tenía dos principales cromosomas: potencia y el lujo. Y así, el tridente que Neptuno sostiene en la Plaza Mayor de Bolonia, encontró en las calandras de estos deportivos un lugar ideal para visitar los garajes más pudientes del mundo.

Pero la ‘startup’ de Alfieri Maserati cambió muchas veces de manos y no siempre con el acierto necesario. En 1937 la compró el empresario Adolfo Orsi, en 1968 Citroën la absorbió para hacer un experimento (el SM) y deshacerse de ella sólo cinco años más tarde. En 1973 fue el ex piloto de Fórmula 1, Alejandro De Tomaso, quién se hizo cargo de la empresa. Con la ayuda del carrocero Ghia vivió otros 20 años hasta que acabó cayendo en la tela de araña pública de FIAT en 1993.

Durante años hubo luchas dudas sobre cuál sería el lugar de Maserati en la misma casa de acogida a la que habían entrado sus rivales décadas antes. El tridente chocaba por todos lados: por arriba con Ferrari y por los lados con Lancia y Alfa Romeo. Además, había sido el último en llegar, así que no tuvo más remedio que abrirse hueco a codazos.

Y así llega al año 2004, 90 aniversario, y sus ventas crecen un 62% con respecto al anterior ejercicio. La culpa la tenía una berlina suprema, con un motor fabricado por Ferrari y envuelta en un nombre histórico: Quattroporte.

Hoy tienen unas 700 personas en plantilla que hacen coches genuinos, con garra, con carácter y lujo. El rojo ha desaparecido de sus libros de cuentas (sus ventas han crecido un 400% este año). Tienen pasado, presente y futuro. Tienen lo que hay que tener. Una marca centenaria que ha sobrevivido a dos Guerras Mundiales, a la crisis del petróleo de los 70, a la globalización y al Efecto 2000.

Foto: Maserati

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