El eslogan viene de los ‘Estates’ de los años 60, aquellos en los que Ford se encaprichó de humillar a Ferrari en Le Mans, después de haber rechazado su oferta, y lo acabó consiguiendo. De hecho, el repaso fue de tal contundencia que Ferrari nunca volvió a ganar la categoría reina en La Sarthe (desde 1965). Vuelvo al eslogan.
Parece bastante claro. Traducido tampoco tiene pliegues: «gana el domingo, vende el lunes». Habrá presidentes de fútbol que hasta le encuentren cierto punto lírico. Pero de lo que se trata (hoy) es de hablar de la relación entre las carreras y los concesionarios o cómo sacar rendimiento comercial de las victorias deportivas. El tema me ha venido a la cabeza después de ver el último boceto del nuevo Honda Type R, un coche que aún piensa en los románticos. Con un alerón y cuatro tubos de escape de los que te hacen girarte en la calle. Algo de culpa tiene que la marca haya apostado fuerte por el WTCC y ahí, su coche tiene una pinta igual de bruta. Y como una cosa nos lleva a la otra, acabo en el box de los líderes del campeonato: Citroën. Y miro desde allí a la calle… el páramo.
No es nada nuevo, pero sigue siendo un completo enigma para mi. La marca francesa domina de forma dictatorial el Mundial de Turismos con su berlina compacta, el C-Elysée y con nombres como Sebastien Loeb o Yvan Muller (aunque el que está partiendo el bacalao es José María ‘Pechito’ López). Pero no hay ni rastro de algo cañero en la calle. Como digo, la cosa no viene de ahora. Loeb y Citroën han sometido a dos generaciones de pilotos de rallys en el Mundial (donde la marca aun sigue) y no nos ha quedado ni un triste souvenir de todo aquello. Sí, un par de ediciones especiales de los Xsara y C4 con las llantas blancas y dos pegatinas y un DS3 con 200 CV y ni una sola mención a lo que se ganaba en los tramos. No digo que sea una política buena ni mala (y seguro que tendrá su burocrática explicación). Solo digo que me resulta extraño y, personalmente, no me gusta.
Audi Quattro, Peugeot 205 T16, Lancia Delta Integrale, Toyota Celica, Subaru Impreza, Mitsubishi Lancer Evolution… ¿Qué tienen en común? Todos ganaron en los rallys y sus versiones de calle se convirtieron en coches de culto. Es más, es que no hace falta ganar un mundial conseguir la categoría de mito (Lancia 037) ni para que el modelo con matrícula sea un coche inolvidable (Ford Focus RS). Pero después de la conversión de la gama DS en una marca independiente de lujo y del potente lanzamiento del C4 Cactus, me temo que en los planes de Citroën sigue sin haber nada para los concesionarios que tenga que ver con las carreras y, desde luego, no será por falta de materia prima. A las fotos me remito.
