No tengo pruebas, solo sensaciones. Pero hay veces que las ‘vibras’ también llevan algo de razón.

Ayer estuve en la presentación del equipo Astara Team para el Dakar 2023. Son buenos amigos desde hace años (con alguno incluso hay trato de hermandad). Haciendo memoria, creo que he estado en todos los bautizos dakarianos de Óscar Fuertes desde 2018, cuando se convirtió en el mejor rookie de la carrera con el Ssangyong Tívoli, al que siguió el espectacular Rexton.

El año pasado nos presentó este Century que han adaptado para utilizar combustible sintético y poder presumir de ser haber sido el equipo con la menor huella de carbono de la prueba. Un coche que, además, tuve la suerte de poder probar según volvió de Arabia.

Así que, como digo, conozco bastante bien un proyecto que el año pasado sentó una muy buena base sobre la que crecer, al contar con el potente apoyo económico de Astara (convertido ya en un gran grupo internacional de soluciones de movilidad y transporte) y tener el fiable soporte técnico de SMC Motorsport con los soldados de Gonzalo Martín de Andrés. Junto a Óscar y Diego Vallejo (que son uno, aunque sean dos) se fichó al presentador y aventurero Jesús Calleja, con su tirón mediático y experiencia en el Dakar, también para él era la mejor oportunidad posible. Pero las cosas se torcieron en mitad del desierto para no volver a enderezarse ya.

Esto ha obligado a rehacer el equipo de cara a la carrera que empieza el próximo 31 de diciembre a orillas del Mar Rojo. El coche sigue. Porque es un tanque y este año habrá mucha más arena, donde un 4×2 como este debería ir incluso mejor. Mathieu Serradori, padre putativo de la criatura, acabó séptimo el año pasado con uno y hubo otro más entre los quince primeros. Así que hay arma para plantar batalla.

Llegan los refuerzos

El gran cambio esta vez no está en la máquina, sino en el factor humano. En el coche que quedó libre se va a sentar Laia Sanz, copilotada por el italiano Maurizio Gerini. La reina del Dakar en motos lo sabe todo sobre la arena (ha terminado todas las ediciones en las que ha participado desde 2011) y está aprendiendo rápido sobre cuatro ruedas al lado de Carlos Sainz en la Extrem-E.

Laia, como Óscar, es de los que siempre llegan. Como sea y cuando sea, pero acaban, cueste lo que cueste. Es lo que tiene foguearte corriendo solo, que nadie viene detrás para darte una rueda o sacarte de la duna. Esto, inevitablemente, también te deja correr menos de lo que probablemente puedas. Ojo con esto, que Óscar y Diego saben ser rapidísimos y este año, al fin, hay red. De hecho, hay más red que nunca.

Porque el Astara Team ha crecido en todas direcciones y no pondrán dos, sino tres coches en la línea de salida. En una carrera por eliminación como el Dakar, no cabe duda de que cuantos más, mejor. Tanto por los puedan ir cayendo como, sobre todo, por los que siguen. Y la tercera unidad es para otra leyenda del motor de nuestro país que se ha pasado hace poco al off road y sorprendió por su ritmo en muchas etapas en su primer Dakar sobre cuatro ruedas. Se trata de Carlos Checa, piloto de MotoGP hasta 2007 y campeón del Mundo de Superbikes en 2011. Otro animal de las carreras. Un profesional del asfalto que mira al desierto con mucho respeto y aun más motivación y que llevará sentado a la derecha a un hombre en plena madurez deportiva que sí lo sabe todo sobre el Dakar, Marc Sola, con siete ediciones a sus espaldas.

Esto ya lo he vivido

Con un buen coche, tres buenas parejas, ocho vehículos de apoyo, más de 30 personas entre staff técnico y de asistencia y toda la experiencia acumulada, el Astara Team ya tiene mimbres de equipo sólido y, como tal, se le puede y se le debe tener en cuenta en algunas apuestas. No es meter presión, es que el proyecto me inspira confianza como para pedirles un extra de ambición. Ya no me conformo con que lleguéis a meta. Este año hay que estar en la pelea.

Lo que sentí durante la presentación me recordaba mucho a lo que viví dentro del Himoinsa Racing Team y no solo porque algunas caras también estaban en aquel proyecto. Ambos comparten el haber arrancado con un sueño personal que poco a poco, año tras año y, tras mucho trabajo, se van rodeando de las personas y los medios adecuados. Así hasta que llega una edición en la que esa constante evolución y la propia ley del desierto te ponen al alcance de la mano un resultado con el que nadie contaba. Ayer, en la sede de Astara en Madrid, noté esa misma energía en las miradas de los pilotos, en las sonrisas de los directivos y en la expectación de los periodistas que estuvimos. Y eso me da muy buenas sensaciones con este equipo, incluso a pesar de lo cara que vuelve a estar la carrera este año.

Porque el Astara Team, como el Himoinsa en su día, se enfrenta a priori contra un ejército de máquinas y equipos oficiales que lo descartan teóricamente de cualquier quiniela. Por eso, ayer ni Óscar, ni Laia, ni Carlos querían ni oír hablar de ponerse un resultado como objetivo. Y bien que hacen, porque ya sabemos que C’est le Dakar y luego pasa lo que pasa. Pero cuando los gigantes se pegan entre ellos, los ratones se escapan entre sus piernas y creo, por quienes son, por lo que tienen y por cómo llegan preparados a esta edición, que el Astara Team será el mejor equipo privado del Dakar 2023 y los veremos incluso más arriba de lo que ellos mismos sueñan estar. Yo me subí al podio la otra vez que tuve esta misma corazonada. Ahí lo dejo. Suerte, amigos.

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