El Jeep Renegade es lo último que ha lanzado la marca y que presenta un concepto tan interesante como para comentarlo en este espacio de opinión.

El Renegade es el primer Jeep de la historia que no quiere ir al campo (para ser más exactos, el Compass ya dio el primer paso hacia el urbanismo de la marca). No dudes que te podrás ir a merendar al monte con él, pero no tendrá la capacidad off-road de sus hermanos mayores (su esqueleto es el del FIAT 500X). Pero tampoco le hace falta, porque creo que el Jeep Renegade quiere ir por otro camino, menos escarpado, aunque más difícil: las ventas.

Es evidente el auge que vive el segmento SUV. Hace poco te contaba que uno de cada tres BMW que se venden en todo el mundo son de la Gama X. Pero, lógicamente, este tipo de coches han cambiado mucho con el paso de los años.

Los 4×4 fueron los últimos en darse cuenta que circulaban más coches por el asfalto que por el campo. De hecho, no han empezado a mirar a la ciudad hasta que no les han quitado el pase VIP en las zonas rurales. Digamos que esto empezó a pasar, por poner una fecha, a finales de los años 90. Ahí nacieron los grandes reyes del segmento. Mercedes convirtió su indomable G en un ML de exquisitos modales y esto acabó zambullendo a todo el vecindario teutón en la misma aventura con los BMW X5, Audi Q7… ¡hasta Porsche sacó el Cayenne!

Grandes, potentes, rápidos, derrochadores. Europa acababa de descubrir el culto al SUV de lujo, un tipo de coche que los americanos veneraban desde hace años. Una demostración de fuerza, una extensión del poderío económico del dueño… sobre el asfalto. Si llevabas uno, tus negocios iban bien y tu cartera vomitaba fajos de billetes. Algo que sólo se podía superar si era tu esposa la que lo conducía.

En realidad lo nuevo no eran estos coches en sí mismos (no del todo). Porque el 4×4 de alta gama llevaba mucho tiempo inventado. Pero de repente, los míticos Jeep Grand Cherokee o Range Rover habían dejado de ser el coche ideal de la gente que más criaba o más mataba en el campo. Que nadie se dé por aludido o lo tome como un insulto. Todo lo contrario. Me refiero a la aristocracia rural: agricultores latifundistas, grandes ganaderos y cazadores de rifle.

Después llegó la crisis, hubo que apretarse el cinturón y los SUV se compactaron dando lugar a la II Revolución del 4×4. La gallina de Nissan puso un huevo de oro para todos los públicos llamado Qashqai y el Range Rover Evoque se convirtió en un rotundo y andrógino éxito, el coche que querían todos (y todas) los treintañeros que habían tenido un MINI a los 20.

Ahora vivimos la tercera fase del fenómeno, que ha bajado un peldaño más y ha ‘infectado’ a las plataformas A. Son los Juke, Captur, Mokka…. incluso los MINI Countryman o FIAT 500X tienen hueco entre ellos.

Estos dos últimos me interesan especialmente, porque creo que el Jeep Renegade quiere meterles mano. Quiere aprovechar su fama para ser el nuevo 4×4 de la tribu urbana joven, rebelde y estilosa que, hasta ahora, nunca pensó en poner un Jeep en su vida, simplemente, porque el coche en cuestión no existía, salvo por una excepción: esa imagen californiana del Wrangler sin techo (casi de cualquier generación). Pero ese es otra cosa. En él te subes y bajas de un salto, sin abrir las puertas, si es que aún las tiene. Un coche que obliga a tus amigas a ir en bikini y que sólo puedes conducir con una camisa de flores desabrochada y un bronceado color caoba. Ese era, hasta ahora, el único Jeep que un joven de ciudad quería tener, concretamente, durante un par de meses de playa. En invierno (y en carretera) no mola tanto, sobre todo si el coche tiene 30 años y lleva un motor de gasolina V8.

Pero el Jeep Renegade quiere ser el nuevo capricho urbano para todo el año. Para ello le han puesto unas ruedas grandes, una parrilla inconfundible, una completa y bien pensada oferta de motores y un catálogo de personalización que no cabe en un iPad de 128 Gb. Nos guiña un ojo con detalles como la pegatina que simula una mancha de barro en los relojes o las ‘X’ que llevaban los bidones de gasolina de los antiguos Willys militares colgados detrás. Nos dice «pon un Jeep en tu vida y molarás».

Para ello no sólo necesitan las propias virtudes del coche, sino también hacer mucho ruido, y aunque el nuevo grupo FIAT-Chrysler no esté para tirar cohetes, están obligados a encender una gran traca. La multitudinaria puesta en escena que tuvo ayer el modelo en Madrid va por esos derroteros.

Bajo mi punto de vista, el impacto entre los compradores compulsivos de mitos habría sido aún mayor si lo hubieran bautizado directamente Jeep Willys. Porque la imagen de marca juega un factor clave en la nueva guerra en la que el fabricante se va meter con este modelo y, ya puestos, en el baúl de Jeep tienen al mejor soldado de la historia. No obstante, han apostado por un nuevo nombre que también tiene gancho y siguen guardando en su manga el as de reinventar al gran veterano de guerra.

Así que el Jeep Renegade presenta su candidatura para ser el nuevo objeto de deseo entre los SUV urbanos. Y tiene argumentos para conseguirlo. No digo que vaya a ser el más vendido (aunque espero que les vaya muy bien), pero su misión será abrirle camino en la ciudad a una marca histórica, inconfundible y que se había quedado sola viviendo en el campo. El desembarco urbano de Jeep no será fácil, pero tienen un arsenal más que suficiente para conquistar los garajes más cool de la urbe. Buena suerte Renegade.

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