A partir del año 2004, España sufrió una curiosa plaga. Unas extrañas margaritas empezaron a florecer en la chapa de miles de automóviles. Parado en segunda o tercera línea en un semáforo de cualquier ciudad, era raro no ver en el primer plano del paisaje uno, o varios, de estos sospechosos brotes pegados en la trasera de los coches que estaban esperando la luz verde para continuar la marcha. Lo mismo a pie, con los coches aparcados. Aquellas margaritas estaban por todos lados y la culpa (en gran parte) era de Fernando Alonso.

Antes de que la marca de ropa italiana Guru entrase como patrocinador del equipo Renault de Fórmula 1 (precisamente en aquel año 2004), las margaritas ya eran patente de la marca vasca Loreak Mendian (“flores del monte” en Euskera, marca de ropa fundada en 1995) y también eran símbolo de los melenudos habitantes de la playa más australiana de Cádiz, Tarifa.

Ser seguidor de Fernando Alonso era ser seguidor del nuevo niño prodigio del deporte español

Sin embargo, la gran ‘polinización’ del parque móvil español llegó cuando nos empezamos a acostumbrar a ver a Fernando Alonso encaramado sobre su Renault de Fórmula 1, celebrando victorias, o empapado en champán y sudor y abrazado a su jefe, Flavio Briatore, en el podio. Si los colores de la ‘Alonsomanía’ fueron el azul (Pantone 829) y amarillo (Pantone 109) de la bandera asturiana, su símbolo, al menos en esta primera etapa, fue la margarita del patrocinador italiano.

Una pegatina en un coche puede tener muchos significados: puede contener información legal (ITV o, ahora, certificado de emisiones), pero también indicar un servicio (VTC) o ser simplemente publicidad o información para otros usuarios (“Bebé a bordo”). Hubo un tiempo en el que incluso se ponían por estética. Pero nuestras queridas margaritas no pertenecían a ninguna de estas motivaciones, sino que habían infestado nuestras calles por el sentimiento de pertenencia o afinidad por un grupo. Durante muchos años molaba dejar puesta la pegatina de los ‘aparca’ de la mítica discoteca madrileña Kapital, porque eso no solo demostraba que el propietario tenía entrada en el célebre club nocturno, sino que salía de fiesta con su propio coche (algo con un valor incalculable a ciertas edades) y no perdía el tiempo buscando aparcamiento por el laberinto que envuelve a la calle Atocha, sino que se permitía el privilegio de dejarlo en la misma puerta del garito y que ‘el servicio’ se encargase de aparcarlo, aunque eso le costara, en muchas ocasiones, amanecer en el restaurante ‘El Brillante’ con una buena multa para acompañar el bocata de calamares…

Otro mítico ejemplo de pegatina de coche con este tipo de connotación lo tenemos en aquellas que dibujan la silueta del mítico circuito de Nürburgring, con las que el propietario pretende informar de que es un auténtico apasionado, si es que no ha peregrinado ya a ese templo del motor que es para cualquier quemado el “Infierno Verde”. La variante patria de este adhesivo la tenemos con la silueta de los circuitos del Jarama o Montmeló.

Durante al menos los tres años que van desde la llegada del patrocinador (2004) hasta la primera salida del asturiano de Renault, en 2006 y con sus dos títulos Mundiales en la maleta, nuestros coches se llenaron de margaritas porque ser seguidor de Fernando Alonso era ser seguidor del nuevo niño prodigio (fue el piloto más joven de la historia de la F1 en conseguir la pole, la victoria, el primer título de Campeón y también el segundo) y también del deporte de moda.

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Fernando Alonso se convirtió en el “piloto de los huevos de oro” (también sobre la pista, como dejó constancia en tantas ocasiones, como en aquel imposible adelantamiento por el exterior de la curva 130R de Suzuka al mismísimo Ferrari de Michael Schumacher) y cada paso que daba era seguido por decenas de miles de personas. Veamos algunos ejemplos. El 11 de mayo de 2003 (dos años antes de ser Campeón del Mundo e incluso antes de ganar su primera carrera) realizó una exhibición urbana en el Paseo de la Castellana de Madrid ante más de 100.000 espectadores. Ese año, tras su primera victoria, la audiencia de la F1 en TVE se disparó por encima de un 42,6 % (hasta acumular casi de 24 millones de espectadores en toda la temporada), momento en el que Telecinco compró los derechos de emisión (25 noviembre de 2003). Más de 20.000 ovetenses ocuparon el centro de la ciudad para celebrar su primer título de campeón el 22 de octubre de 2005. En mayo de 2006, unos 280.000 espectadores fueron testigos en Sevilla de su exhibición al volante de su Renault R25 por las avenidas de La Raza, María Luisa, Plaza Don Juan de Austria, Glorieta San Diego, Paseo de Las Delicias y Glorieta de México.

15 millones de espectadores vieron en algún momento el segundo título de Alonso en TV

Con su segundo título, el 22 de octubre de 2006, la Fórmula 1 logró su máximo histórico de audiencia en TV durante el GP de Brasil, emitido por Telecinco. La carrera en Interlagos tuvo más de 9,3 millones de espectadores, con más de un 60% de cuota de pantalla. En total, más de 15 millones de espectadores sintonizaron en el algún momento el Gran Premio.

El 15 de enero de 2007, el equipo McLaren realizó la que posiblemente sea la puesta en escena de un monoplaza más espectacular y cara de la historia de la F1 en un colosal evento, retransmitido por televisión en directo, desde la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia y dónde se montó un improvisado circuito urbano. Tras una primera presentación privada por la mañana para medios de comunicación, se montó un dispositivo de seguridad con 330 policías y hubo más de 1.000 invitados VIP que disfrutaron de la actuación en directo del Cirque du Soleil, con cerca de 200.000 aficionados en las calles para ver a Fernando Alonso con sus nuevos colores, su nuevo coche (MP4-22), su nuevo corte de pelo (rapado) y su nuevo compañero de equipo, un joven y debutante Lewis Hamilton (se estima que el presupuesto del evento rondó los 1,2 millones de euros).

Aquel mismo año, la asistencia a la Fórmula 1 en el Gran Premio de España alcanzó su récord histórico de público, con 354.700 espectadores si se suman los asistentes de todo el fin de semana, entrenamientos incluidos: 28.000 el jueves, 67.000 el viernes, 119.000 el sábado y, finalmente, los 140.700 que vieron el domingo una carrera en la que ganó Massa, con Hamilton segundo y Alonso en la tercera plaza del podio; lo que lo convierte en el tercer Gran Premio con mayor afluencia de la década, por detrás de Japón 2006 (161.000) y China 2007 (150.000).

Estas son solo algunas de las cifras que avalan el impacto social que los éxitos deportivos de Fernando Alonso tuvieron en la España de los primeros años del siglo XXI. Un país que descubrió el motociclismo con Ángel Nieto, los rallyes con Carlos Sainz y al que Fernando Alonso le había mostrado un camino hacia la F1 lleno de margaritas. El espacio para la Fórmula 1 en los medios de comunicación, tanto generalistas como especializados, se multiplicó. Los periódicos regalaban gorras y camisetas de los equipos en los que militaba el piloto. Y en solo unos años las carreras del asturiano se habían convertido en una razón para madrugar un domingo y también en el aperitivo obligado de algo tan español como el vermut del fin de semana. Las emisiones de F1 en TV llegaron a tener más 200 horas en directo en abierto (Antena 3, 2015) con hasta dos repeticiones de cada una de las sesiones en pista y la F1 era el segundo deporte más visto y seguido del país, solo por detrás del fútbol.

Dado que las flores se cayeron del mono de Alonso en 2006 y este fue cambiando de colores, las margaritas, a pesar de seguir pegadas en los maleteros españoles, fueron perdiendo su simbología ‘formulera’ para volver a su identidad original surfera. Pero la F1 ya había echado raíces en nuestro país y Fernando Alonso era una marca en sí mismo que protagonizaba anuncios de televisión y ocupaba fachadas y marquesinas publicitarias.

España pasó a tener, de manera estable, dos Grandes Premios de F1 con el estreno del faraónico Circuito Urbano de Valencia en 2008. Un circuito que, si bien ahora se encuentra abandonado y fue motivo de una importante investigación por fraude, acogió al Gran Circo hasta 2012, con otra de las victorias más emocionantes que tuvo el español, la penúltima en casa de sus 32 -ganó la última en Barcelona al año siguiente- y con el último podio de Michael Schumacher. Además, entre Jerez y el Circuit de Cataluña-Barcelona se repartían las 12 jornadas de tests de pretemporada de todo el campeonato.

España, un país sin una tradición sólida en la Fórmula 1, se había convertido en una de las capitales mundiales de este deporte. Pocos deportistas han tenido un efecto de tal trascendencia en la sociedad española y muchos menos con la relevancia internacional que logró Alonso. Hasta llegó a pujar, desafortunadamente sin éxito, la quimera del primer equipo español de F1.

Ahora, con la retirada, no sabemos si temporal o definitiva, de Fernando, se abre la incógnita de si las margaritas de la Fórmula 1 se marchitarán definitivamente o su semilla habrá calado entre los españoles. Muchos seguirán allá donde vaya el piloto, como ya ha demostrado en sus participaciones en las 500 Millas de Indianápolis o las 24 horas de Le Mans, pero ¿cuántos se quedarán deshojándolas los domingos sin el asturiano en la parrilla?

Pase lo que pase, el propio Fernando Alonso se preocupa de seguir sembrado con vistas al futuro y, lejos de otro tipo de negocios, ha estrenado su condición de empresario montando uno de los mejores circuitos de karting del mundo junto a su propio museo, que cuenta con una exposición difícil de igualar.

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