La semana pasada tuve la oportunidad, a través de la invitación de un compañero (gracias, Cristian), de asistir al preestreno de la película Need for Speed en los cines de Callao, en Madrid, con alfombra roja, famosos, uno de los coches protagonistas y un Mustang clásico aparcados en la puerta. Una gozada.

Tenía muchas ganas de ver la película por varios motivos. Para empezar porque es la adaptación cinematográfica de un juego en el que todos hemos echado algún vicio. NFS es ya un clásico de la generación para la que la videoconsola ha sido un fijo en las cartas a los Reyes Magos. Eso siempre tira.

Si eso ya era ya una razón suficiente, había que añadirle la potente campaña de promoción internacional que Ford ha hecho de una cinta en la que su querido y cincuentón Mustang es protagonista. Otro motivo más que suficiente, en sí mismo, para ir a verla.

Ve sacando las entradas si quieres (lleva en los cines desde el viernes 4 de abril), mientras te sigo contando.

Need for Speed quiere entrar a jugar en la liga de los grandes clásicos del género, esas pelis que todos los quemaos de los coches vemos siempre por muchas veces que las pongan en la tele: desde ‘Bullit’ hasta ‘A todo gas‘, pasando por ’60 segundos’ o ‘Italian Job’, por mencionar solo algunas de la gran y heterogénea colección que todos conocemos y en la que tenemos hasta los Transformers o el Coche Fantástico.

Además, su director (Scott Waugh, es su tercera película) use ha empeñado en convencernos de esto último y tengo que decir que el sonido de los motores (soberbio), los planos y el ritmo de la acción es de lo mejor que se ha hecho en el género en la última década.

Espera, no te vayas aún, todavía no he acabado. A estas alturas ya te habrás hecho una idea del tipo de película de la que te estoy hablando. Pues añádele que hay un coche español, fabricado aquí al lado, en Valencia, por el incansable Domingo Ochoa y sus secuaces. «En NFS aparecen los mejores automóviles deportivos del mundo y el GTA Spano es uno de ellos. Queremos que esté en la película». Esa fue la llamada que recibió el bueno de Domingo para invitarle a que su coche de medio millón de euros estuviera en el reparto. Seré sincero, me hubiese gustado verlo un poco más tiempo en pantalla, pero, no obstante, la ilusión fue la misma.

Llegados a este punto, sólo puedo recomendarte que busques un hueco y vayas a verla. «Es justo y necesario», como dirían las Sagradas Escrituras… Pero antes tengo que avisarte de lo que a mi me faltó para salir del cine en modo ‘flipao’.

Seamos claros: en la película Need For Speed falta gente guapa. El protagonista, Aaron Paul (salido de Breaking Bad) es una especie de quiero y no puedo. Para compensar su falta de sex appeal, intenta llegar a tipo duro y no alcanza ni para chico malo. Abusa de mirada taciturna y gesto serio dejando en evidencia a una flojita dirección artística. La rubia que lo acompaña (ni me he molestado en quedarme con el nombre para buscar su filmografía) no sólo no lo arregla, sino que lo estropea aún más. Me encaja para presentar un programa infantil. Eso si, hacen buena pareja. Igual de malos los dos.

Tampoco se lució el guionista. La trama tira del espectador por momentos y lo suelta al instante entre el ruido de los derrapes. No me esperaba una película de Sir Alfred Joseph Hitchcock, pero tampoco un tebeo en movimiento.

En su descargo, tengo que decir que si uno hace el ejercicio mental de pensar que, en lugar de una película, esta viendo a un colega jugar al NFS la cosa tiene sentido. Si, se que suena raro, pero haz el experimento cuando estés en el patio de butacas y ya me dirás si llevo razón o no y si no te has quedado con ganas de ver a Jason Statham y Megan Fox en los asientos del último Mustang que preparó Carroll Shelby. ¡Que aproveche!

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